La parrilla es mucho más que una forma de cocinar en Argentina; es toda una tradición, un ritual, un motivo de encuentro entre amigos y familia. A lo largo y ancho del país, es común ver humo saliendo de patios, terrazas y esquinas, señal de que se está haciendo un asado. Origen: Su origen es bastante antiguo y está ligado a los pueblos indígenas, como los guaraníes y mapuches, que ya asaban carnes sobre brasas en fosas en el suelo. Pero, con la llegada del ganado bovino traído por los colonizadores españoles en el siglo XVI, esta práctica se potenció. Los gauchos, esos míticos jinetes de las pampas argentinas, asaban las carnes a la estaca, una técnica que todavía se mantiene en algunas regiones. La Parrilla: El término parrilla hace referencia tanto al lugar donde se asa la carne como al instrumento metálico en sí. La carne se cocina a fuego lento, aprovechando el calor de las brasas y no de las llamas. Para ello, se necesita buen carbón o leña, y mucha paciencia. Hay que saber esperar, ese es el secreto. Variedad: Aunque el bife de chorizo y el asado de tira son los cortes más populares, en una parrilla argentina es común encontrar también achuras (como la molleja, el riñón o la morcilla), y hasta embutidos como el chorizo. Cada región tiene su toque particular, su sazón y su preferencia. Acompañamientos: Pero, ojo, no todo es carne. Las ensaladas, las papas asadas, la provoleta (queso provolone a la parrilla) y, por supuesto, el chimichurri, son fundamentales en la mesa argentina. Más que comida, un ritual: Hacer un asado es todo un ritual. Desde encender el fuego, hasta servir la carne en el plato, hay todo un proceso que, por lo general, reúne a la familia y amigos. La parrilla es el lugar donde se cuentan anécdotas, se discute de fútbol, política y se brinda con un buen vino malbec.
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